viernes, 24 de abril de 2015

Viernes Criticón: El Cuento de la Princesa Kaguya

Cuando alguien hace referencia a la llamada “Caja Mágica”, en lo primero que pienso no es en el estadio madrileño en el que tienen lugar famosos partidos de tenis, sino en una sala de cine. Una de esas salas impregnadas de olor a palomitas, habitadas por decenas de butacas y presididas por una imponente pantalla que, cuando despierta, hace bajar la mirada a todas las luces que antes observaban con atención los asientos en los que los impacientes espectadores aguardan.

Ir al cine es una experiencia mágica, y todo cinéfilo que se precie defenderá esta afirmación a capa y espada. Intentar convencer a los agnósticos para que visiten nuestro templo con más regularidad forma parte del día a día del cinéfilo que, además, no sólo intentará arrastrarles a la sala, sino también les animará a atreverse con algo distinto. Con películas tan mágicas como El Cuento de la Princesa Kaguya.  

● Año: 2013
● Director: Isao Takahata
● Cast: Aki Asakura, Kengo Kora, Takeo Chii, Nobuko Miyamoto…
● Música: Joe Hisaishi
● Duración: 137min

Me encanta ir al cine a ver una película infantil y escuchar cómo ríen, cantan o aplauden los más pequeños. Aún recuerdo el día en el que fui a ver Frozen y, durante su proyección, los pequeñajos hacían comentarios como “Mamá, a ese me lo pido”. Esas intervenciones valen su precio en oro. Son tan mágicas como escuchar a un crío susurrar, en un instante de este relato japonés con una carga emocional enorme, las enternecedoras palabras “Little Bamboo”. En ese momento, a uno se le ponen los pelos de punta sin poder evitar una sonrisa estúpida que, al recordar lo ocurrido, sigue apareciendo.

Esa espontánea felicidad no sólo se debe a la ternura que el propio comentario llevaba implícita, sino a la satisfacción que todo cinéfilo siente al no haberse dado cuenta de que, entre el público de su sesión, se encontraba un crío que, a pesar de lo compleja, pausada y adulta que podía resultar esta película, había permanecido tan hipnotizado como tú: un adulto hecho y derecho.


El Cuento de la Princesa Kaguya es la última película que el famoso Estudio Ghibli ha estrenado en cines. Este relato, cuyo epicentro es una moraleja tan potente como acertada, cuenta la historia de una princesa encontrada en un bosque de bambú que crece rodeada de naturaleza y que, poco a poco, irá afrontando los desengaños de la sociedad japonesa o, ya generalizando, de toda vida adulta.

Isao Takahata nos transporta a un mundo en el que la animación tradicional sobrevive con una fuerza de voluntad admirable, en el que los lápices de los estudios siguen siendo capaces de llevar a la gran pantalla secuencias artísticamente impresionantes como la huída de Little bamboo a su lugar de origen, o en el que la conjunción entre el dibujo y la música alcanza semejante nivel de armonía que, al salir de la sala, el espectador no podrá dejar de tararear la melodía de los seres celestiales sin recordar la tristeza tan absoluta en la que se sumen los personajes.


Cuando aparecieron los créditos finales en pantalla, esa tímida voz de la que antes os había hablado volvió a entonar su “Little Bamboo”, y un servidor se quedó clavado en la butaca, sin poder dejar de sonreír y dando gracias por la magnífica experiencia que acababa de vivir. Porque esa vocecita, esos dibujos, y esa música, son mis Reyes Magos. Son la aparentemente olvidada ilusión que todo adulto ansía sentir de vez en cuando.

Aunque frecuentar mucho el cine lleve consigo la ingesta de mucha basura, la cursilería de esta entrada deja muy claro que el cine, cuando te da una alegría, te da una alegría de verdad.

Y espero que me las siga dando.

●Te gustará si: sigues creyendo en el mundo de la animación.

● No te gustará si: te avergüenzas de comprar una entrada en la taquilla para una película de animación que, encima, es japonesa.

Jerry

1 comentario:

  1. Me gusta la animación, pero precisamente la japonesa no me entusiasma!

    Un saludo!

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